foto pelea dibus

Hay que asumirlo, somos una especie agresiva. La agresividad es una emoción, un patrón de respuesta que exteriorizamos de forma automática ante cualquier situación que interpretamos como un peligro. Una zona del cerebro, llamada amígdala, se encarga de detectar los posibles peligros y de responder de forma agresiva. Como todas las emociones humanas, la agresividad es adaptativa, y nos permite sobrevivir como especie y como individuo.

Pero si vivimos en una sociedad con alto nivel de estrés, en la que no se nos educa para disminuir el nivel de agresividad, y que inhibe los procesos de reflexión, entonces es muy fácil que se den comportamientos agresivos ante situaciones que no son peligrosas en absoluto. El cerebro interpreta un peligro cuando muchas veces no lo hay. La educación en edad temprana es la clave para disminuir estos niveles de agresividad no adaptativa.

Cada persona nace con un conjunto de genes que nos favorecen a ser más o menos agresivos. Que desarrolle o no su agresividad dependerá del medio en el que crezca, si es un medio hostil desarrollará la violencia para adaptarse y sobrevivir (y esto se plasma físicamente en las conexiones cerebrales) por eso después de la infancia es tan difícil cambiar los patrones agresivos.

¿Y entonces cuál es la clave, se puede erradicar la violencia? Hoy por hoy, no parece viable eliminar la violencia pues esto nos dejaría indefensos evolutivamente hablando. La solución que nos queda es la humanización de la especie, cultivar la reflexión, el respeto, la tolerancia y el amor, hacia un@ mism@ y hacia los demás.

Si te interesa saber más, en el libro ‘Som una espècie violenta?’ (Col•lecció Catàlisi de Publicacions i Edicions de la UB) un equipo de investigadores explica interesantes hallazgos desde una perspectiva neurocientífica.