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Hace años que me rondaba lo de hacerme donante de órganos, idea que iba y venía con más o menos intensidad. Hace unos días llegó a mí esta frase:

No pienses en la donación de órganos como ofrecer una parte de ti para que un desconocido pueda vivir…. Es en realidad un desconocido quien ofrece todo su cuerpo para que una parte de ti pueda seguir viviendo…”

Ese día formalicé mi donación ¿por qué ahora y no antes, qué ha pasado?  Pues que la frase ha hecho un “click” y mi mapa de la realidad ha cambiado, he percibido la misma cuestión desde una perspectiva distinta, y eso es lo que ha generado un verdadero cambio a nivel interno, que se ha exteriorizado en una acción concreta.

Muchas veces nos quedamos en la ideas y no pasamos a la acción  porque estamos anclados en nuestros mapas. Estos no reflejan el mundo de una forma completa y exacta, porque el mapa no es el territorio: el territorio es la realidad, y el mapa es el modo personal que cada uno de nosotros tiene de representar esa realidad.

Nuestro mapa  lo determina nuestra genética y nuestra historia personal.  Hay tantos mapas como personas, se forman a través de nuestros filtros personales por los cuales cada uno va asimilando el mundo y la realidad: educación, cultura, creencias, experiencias, así como las percepciones y sentimientos de esas vivencias a través de sus propios filtros de la realidad.

Lo bueno: nuestros mapas mentales son muy útiles. Por una parte nos dan seguridad y una aparente sensación de “control”; por otra parte nos permiten economizar y no retener toda la información que llega a nuestro cerebro, solo seleccionamos una parte, aquella que para nosotros es relevante en función de nuestra historia personal. Sería una locura si nuestro cerebro guardara absolutamente toda la información que le llega!

Lo menos bueno: en ocasiones  pueden ser limitantes porque nos obstaculizan ser flexibles, creativos, salir de nuestra zona de confort, desarrollarnos y ver más allá de lo que siempre hemos “visto”. También suelen estar en la base de conflictos interpersonales y originar problemas de comunicación  porque estamos tan metidos en nuestra representación de la realidad que no alcanzamos a entender que la otra persona no lo ve como nosotros, porque su historia vital  y sus filtros son distintos a los nuestros.

Lo mejor: tenemos la capacidad para cambiar nuestros mapas, podemos ampliar nuestro horizonte y mejorar nuestro entendimiento del mundo para vivir de una manera más adaptativa y plena.  ¿Pero cómo? lo primero es tomar conciencia y darse cuenta;  después el cambio exige arriesgarse, tener confianza en uno mismo, estar dispuesto a desaprender, a dejar ir lo que ya no nos resulta útil, y tener una actitud curiosa y abierta hacia lo desconocido.

Hay técnicas y herramientas de programación neuro-lingüística y coaching que facilitan este proceso.